Recuerdo que antes de que comience esta fiebre por el campeonato mundial de Suecia hubo un terrible revuelo en los medios españoles por el balón de oro entregado a Lionel Messi, los españoles luego de su mundial y su Barcelona esperaban el reconocimiento para alguno de los dos catalanes de la terna, los sensacionales Xavi e Iniesta.
Reconocer a un jugador en un deporte de equipo es complejo e injusto, muy digno de nuestra sociedad individualista y que necesita de héroes y villanos para poder subsistir. Siempre que pensamos en el mejor jugador del mundo nos imaginamos a Ivano Balic soltando una hermosa rosca, o a Karabatic saliendo hacia el lado fuerte con esa potencia y técnica inigualable para luego lanzar a 120 km por hora. Raramente pensemos en aquel defensor que se pasa el partido luchando contra el pivote, en línea de pase o ayudando a sus compañeros. O en ese extremo laborioso que lejos de la magia de Dzomba convierte con efectividad y en silencio.
Entonces elegir a uno por sobre el resto es siempre generar polémica. Mucho más si se pretende elegir al mejor de la historia, es algo francamente descabellado porque los factores históricos, sociales y deportivos atraviesan a todos los jugadores y es impensable llegar a una conclusión coherente. El pasado año Thierry Omeyer fue elegido como el mejor arquero de la historia del handball. Ni bien leí la noticia no pude menos que pensar en Lavrov, en Lorenzo Rico, en Anreas Thil, en Matts Olsson y en Thomas Svensson, ¿que dirían estos auténticos monstruos del 3x2 ante la decisión? Es evidente que Omeyer es un fenómeno, que tiene unos porcentajes y una capacidad de parar extraordinaria, pero no se puede pretender que por este excelente presente del francés se pase por alto a todos los demás.
Desde mi punto de vista es incomparable la forma de atajar de hoy en día con el trabajo artesanal de por ejemplo el citado Lorenzo Rico. Hoy los lanzamientos externos son un palo del blocaje y otro del arquero, por la velocidad que estos llevan; llevando así al arte de parar pelotas a una cuestión mucho más analítica. En cuanto a los lanzamientos de 6m o desde el extremo la cuestión en la actualidad pasa por acumular información, consumir muchos videos y estudiar al rival. En su paso por Argentina Claude Onestá contaba que Omeyer pasaba infinidad de horas en la sala de video y que es capaz de recitar de memoria los lugares predilectos de lanzamientos de todos los jugadores a los que enfrenta. Es sin duda una capacidad enorme, y un sacrificio por parte del arquero galo, pero estos son recursos que los arqueros de otros tiempos no poseían. Y por eso creo que pondera a uno por sobre el otro suena como mínimo injusto.
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